miércoles, 15 de diciembre de 2010

Mitos para menores

La mejor solución para que no se te rompan los mitos es no tenerlos. Eso ayuda a apreciar mejor lo que hacen las personas, manteniéndolos en el terreno de lo humano. Así, un deportista de alta competición resulta ser una persona altamente competente para algo como correr, saltar, nadar… cosas que están bien y en las que conseguir una gran destreza ya es más que suficiente.

Un deportista de alta competición es alguien altamente competitivo, o sea, que tiene afán de ganar a costa de lo que sea, a veces de cosas que van más allá del esfuerzo.

Justo donde acaba la proeza de velocidad, longitud o fuerza empieza la propaganda patriótica que identifica el logro individual con el de un país, el podio con el himno, la camiseta con la bandera y el oro con el rey. Por alguna razón, el Estado y el público más fiel les perdonan a sus mitos que su esfuerzo no sea fiscal, la forma más básica de patriotismo civil que se conoce.

El camino hacia el éxito en el deporte se parece tanto al ideal de enseñanza (esfuerzo, constancia, afán de superación) que por él entra la pedagogía a mentir piadosamente colocando como antitéticos el ejercicio del deporte y el consumo de drogas contra lo que se sabe por los controles antidopaje y por los registros en los gimnasios. Además, los medios de comunicación cultivan la épica con el deporte y angelizan al deportista convirtiéndolo en personaje para todos los públicos y en ejemplo para los niños.

No encuentran resistencia por parte de los beneficiarios que, focalizados en conseguir el éxito legítimo, transmiten la menor cantidad de pensamiento y de opinión propia y la mayor expresión de obediencia social, lo que se considera ejemplar (no así su contrario).
Cuando se descubre que no son como decimos que son, nos ponemos todos a llorar, a señalar el mito roto y a tapar los ojos y los oídos de los niños: "Eso, caca".

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