La influencia de la religión en el desarrollo económico es verdad para unos y una utopía para otros
La humanidad ha sido capaz de grandes descubrimientos y de resolver múltiples enigmas, algunos de ellos solo soñados por novelistas años antes de convertirse en realidad. Ahí está el submarino o la llegada a la Luna –que ahora se cuestiona–. A pesar de todos los avances hay un descubrimiento que se resiste: la existencia de Dios. Para unos su haber es incuestionable mientras que, para otros, los más arriesgados, tan solo es una invención que motiva a los hombres a seguir vivos. Sin entrar en esa polémica, lo más curioso es que la existencia de Dios no ha podido ser confirmada, al menos científicamente, pero ello no ha evitado que muchos estudiosos y expertos le atribuyan al poder divino y a la religión una influencia apreciable en el desarrollo económico de los países.
Los economistas se oponen a cualquier influencia del ámbito religioso sobre la economía, aunque también hay excepciones. Hace escasos años, un grupo de colegiados italianos concluyó que la religión puede impulsar el Producto Interior Bruto (PIB) de un país aumentando la confianza en la sociedad. Investigadores en Estados Unidos demostraron que la religión reduce la corrupción y aumenta el respeto por las leyes, lo que desemboca en un crecimiento de la riqueza de una determinada nación.
Hoy en día cuesta creer que la religión sea, de manera indirecta e incluso inconsciente, un pilar del crecimiento económico, debido a la mayor racionalización del pensamiento y a la desvinculación de gran parte de la población mundial de las creencias religiosas. Para muchos la religión se ha convertido en un aspecto íntimo ligado estrictamente a la esfera personal. Incluso se podría considerar que la religión se ha convertido, en algunos casos, en un producto más que se puede elegir como quien escoge unas galletas en un supermercado. Hoy todo lo religioso se encuentra bastante diluido, algo sobre lo que ya han alertado los diferentes líderes religiosos de todo el globo. Es por eso que es más complicado buscar relaciones entre religión y economía. Pero esto no siempre fue así.
INFLUENCIA PALPABLE
Aunque suene raro, hay más versos sobre el dinero y las finanzas en la Biblia que versos puramente religiosos. Una muestra clara es lo que uno se puede encontrar en el Nuevo Testamento, en donde se advierte que los ricos tendrán pocas posibilidades de entrar en el cielo. Este planteamiento se contradice, sin embargo, con la parábola de los talentos, que elogia a aquellos siervos que se comprometen a retornar gran cantidad de sus bienes materiales a la sociedad. En el Islam, aún hoy, está prohibido cobrar intereses, mientras que el Budismo instruye a sus seguidores que rehusen el deseo de bienes materiales.
Hay diversos estudios que tratan sobre la influencia de la religión en la economía, concretamente del cristianismo, que es la fe predominante en Occidente. Y esos estudios concluyen que la contribución de la Iglesia en el desarrollo de la economía ya no es lo que era. En la Edad Media, que fue cuando la Iglesia Católica se expandió definitivamente por Europa y se consolidó, los sucesores de Pedro ejercieron una enorme influencia sobre las monarquías europeas y sus respectivos reinos. Por tanto, la vinculación entre religión y economía fue, en un primer momento, más directa y material, precisamente porque la Iglesia era un poder fáctico y que estaba por encima de todo, incluidos los emperadores. Además de sus funciones espirituales, la clerecía medieval dominaba el conocimiento y el saber cuando ni los grandes reyes sabían leer. En líneas generales, las doctrinas económicas de la Iglesia estaban dirigidas a minimizar el pecado y maximizar la caridad, pero no de modo que hubiera impedido un desarrollo económico importante durante la última etapa de la Edad Media.
Esas doctrinas tuvieron su repercusión en las actitudes de los ricos de la época, que estaban obligados a practicar no solo la caridad, sino el uso de sus riquezas de una manera generosa, especialmente para el logro de un objetivo grande y noble.
Pero a partir del siglo XVI llegarían importantes cambios cuyos efectos aún se notan hoy. Los reformadores de la Iglesia Católica –que, en consecuencia, también lo fueron de la economía– como Martín Lutero y Juan Calvino cuestionaron las tesis del Vaticano y pronto la monarquía inglesa, liderada por Enrique VIII, empezaría a desvincularse poco a poco de Roma, convirtiéndose el rey inglés en el jefe supremo de la rama cristiana predominante en las Islas Británicas, el anglicanismo.
Esto, sumado a que el feudalismo tocaba a su fin y afloraba de manera notable el comercio. Con los intercambios llegó el dinero, los banqueros, en definitiva: el capitalismo. Y el capitalismo, como diría Adam Smith más adelante, no era otra cosa que la encarnación del liberalismo, el “dejar hacer, dejar pasar”.
DIFERENCIAS
La fractura dentro del cristianismo también provocó, según algunos estudiosos, un desarrollo económico divergente entre el norte y el sur de Europa. Se ha argumentado que el protestantismo y, especialmente el calvinismo, era una fuente mayor de capitalismo. ¿Por qué? La nueva fe obligaba a sus creyentes, no solo a los clérigos, a que consideraran su trabajo como una vocación que debía seguir en respuesta a la “vocación” de Dios. Cada ocupación se debía desarrollar como si fuera ante los ojos de Dios y solo se debía producir lo que fuera útil para la comunidad. Había que maximizar las ganancias, gastar lo necesario y ahorrar lo que sobrara. La acumulación de riquezas derivada de esta doctrina influenciada por el cristianismo reformado fue un germen del capitalismo.
Una investigación conjunta de la Nueva Universidad de Lisboa (Portugal) y la de Illinois (Estados Unidos) con datos económicos europeos del periodo que transcurre entre 1645 y 1850, indica que los países protestantes disfrutaron 35 años antes de un desarrollo económico más sólido que los católicos, debido a la creencia protestante en el valor del poder económico, que hace a los miembros de sus comunidades mejores emprendedores.
Pero estas tesis han sido criticadas argumentando que el capitalismo tuvo su origen en la Edad Media, antes de que surgiera el protestantismo y que los primeros banqueros no fueron protestantes, sino católicos. De hecho, países tan desarrollados como Bélgica son católicos y han experimentado un crecimiento económico que no tiene mucho que envidiar a Holanda, su vecino protestante y que es desde hace siglos una importante plaza comercial a nivel mundial.
ESTUDIOS Y FILANTROPÍA
A principios del siglo XX, el sociólogo alemán Max Weber sostenía que el capitalismo tenía como base una fuerza que definió como “el trabajo ético protestante”, aunque hoy en día se trata de una tesis despreciada por sociólogos y economistas, debido a que es difícil establecer, explicar o predecir comportamientos económicos a través de la religión. Sin embargo, la sofistificación de los instrumentos de medición económicos en la actualidad hace posible la medición de casi cualquier variable. El economista Robert Barro, de la Universidad estadounidense de Harvard, y su esposa Rachel McCleary, aseguran que la religión transforma el comportamiento financiero de una persona y consideran que es un error que no se haya tenido en cuenta la fe como un factor de desarrollo económico de los pueblos.
Barro y McCleary estudiaron los datos de 59 países en donde la mayoría de la población sigue una de las cuatro religiones mayoritarias (cristianismo, islamismo, hinduismo y budismo). Entre los años 1981 y 2000 midieron diversas tendencia: la creencia en un Dios, en una vida después de la muerte y la asistencia a los cultos y la práctica religiosa. Después de pasar por el filtro de la estadística, los resultados evidencia una “fuerte relación” entre el desarrollo económico de cada país y la creencia religiosa, especialmente en los países en vías de desarrollo. Según esta investigación, el factor que más incide en el desarrollo económico es la creencia en el infierno, que se incrementa cuanto mejor va la economía. Además de esto, también tiene un papel determinante la creencia de que el paraíso existe, mientras que, según estos investigadores, la fe en Dios no sería tan decisiva. Quizás una de las cosas que más sorprende es que un aumento en el número de personas que acude a la Iglesia periódicamente indica un cierto parón en el crecimiento económico y de hecho se han realizado estudios que aseguran que las comunidades autónomas españolas más ricas son las que registran menores tasas de práctica religiosa. Barro y McCleary publicaron su estudio en 2003 y fundaron una vía de investigación tenida en cuenta por numerosos economistas de todo el mundo.
Pero sin necesidad de elaborar exhaustivos informes a partir del análisis y la estadística, hay ciertas actitudes humanas,especialmente en la economía, cuya razón de ser apunta sospechosamente hacia la la influencia de la religión. Recientemente los multimillonarios Bill Gates y Warren Buffett crearon una iniciativa llamada The Giving Pledge (El compromiso de donar), que consiste en que los ricos que lo deseen pueden comprometerse a donar parte de su fortuna a fines benéficos. Ya llevan más de 200.000 millones de euros comprometidos. ¿Acaso buscan una redención más allá de esta vida?.
Fuente:http://www.xornal.com/
Los economistas se oponen a cualquier influencia del ámbito religioso sobre la economía, aunque también hay excepciones. Hace escasos años, un grupo de colegiados italianos concluyó que la religión puede impulsar el Producto Interior Bruto (PIB) de un país aumentando la confianza en la sociedad. Investigadores en Estados Unidos demostraron que la religión reduce la corrupción y aumenta el respeto por las leyes, lo que desemboca en un crecimiento de la riqueza de una determinada nación.
Hoy en día cuesta creer que la religión sea, de manera indirecta e incluso inconsciente, un pilar del crecimiento económico, debido a la mayor racionalización del pensamiento y a la desvinculación de gran parte de la población mundial de las creencias religiosas. Para muchos la religión se ha convertido en un aspecto íntimo ligado estrictamente a la esfera personal. Incluso se podría considerar que la religión se ha convertido, en algunos casos, en un producto más que se puede elegir como quien escoge unas galletas en un supermercado. Hoy todo lo religioso se encuentra bastante diluido, algo sobre lo que ya han alertado los diferentes líderes religiosos de todo el globo. Es por eso que es más complicado buscar relaciones entre religión y economía. Pero esto no siempre fue así.
INFLUENCIA PALPABLE
Aunque suene raro, hay más versos sobre el dinero y las finanzas en la Biblia que versos puramente religiosos. Una muestra clara es lo que uno se puede encontrar en el Nuevo Testamento, en donde se advierte que los ricos tendrán pocas posibilidades de entrar en el cielo. Este planteamiento se contradice, sin embargo, con la parábola de los talentos, que elogia a aquellos siervos que se comprometen a retornar gran cantidad de sus bienes materiales a la sociedad. En el Islam, aún hoy, está prohibido cobrar intereses, mientras que el Budismo instruye a sus seguidores que rehusen el deseo de bienes materiales.
Hay diversos estudios que tratan sobre la influencia de la religión en la economía, concretamente del cristianismo, que es la fe predominante en Occidente. Y esos estudios concluyen que la contribución de la Iglesia en el desarrollo de la economía ya no es lo que era. En la Edad Media, que fue cuando la Iglesia Católica se expandió definitivamente por Europa y se consolidó, los sucesores de Pedro ejercieron una enorme influencia sobre las monarquías europeas y sus respectivos reinos. Por tanto, la vinculación entre religión y economía fue, en un primer momento, más directa y material, precisamente porque la Iglesia era un poder fáctico y que estaba por encima de todo, incluidos los emperadores. Además de sus funciones espirituales, la clerecía medieval dominaba el conocimiento y el saber cuando ni los grandes reyes sabían leer. En líneas generales, las doctrinas económicas de la Iglesia estaban dirigidas a minimizar el pecado y maximizar la caridad, pero no de modo que hubiera impedido un desarrollo económico importante durante la última etapa de la Edad Media.
Esas doctrinas tuvieron su repercusión en las actitudes de los ricos de la época, que estaban obligados a practicar no solo la caridad, sino el uso de sus riquezas de una manera generosa, especialmente para el logro de un objetivo grande y noble.
Pero a partir del siglo XVI llegarían importantes cambios cuyos efectos aún se notan hoy. Los reformadores de la Iglesia Católica –que, en consecuencia, también lo fueron de la economía– como Martín Lutero y Juan Calvino cuestionaron las tesis del Vaticano y pronto la monarquía inglesa, liderada por Enrique VIII, empezaría a desvincularse poco a poco de Roma, convirtiéndose el rey inglés en el jefe supremo de la rama cristiana predominante en las Islas Británicas, el anglicanismo.
Esto, sumado a que el feudalismo tocaba a su fin y afloraba de manera notable el comercio. Con los intercambios llegó el dinero, los banqueros, en definitiva: el capitalismo. Y el capitalismo, como diría Adam Smith más adelante, no era otra cosa que la encarnación del liberalismo, el “dejar hacer, dejar pasar”.
DIFERENCIAS
La fractura dentro del cristianismo también provocó, según algunos estudiosos, un desarrollo económico divergente entre el norte y el sur de Europa. Se ha argumentado que el protestantismo y, especialmente el calvinismo, era una fuente mayor de capitalismo. ¿Por qué? La nueva fe obligaba a sus creyentes, no solo a los clérigos, a que consideraran su trabajo como una vocación que debía seguir en respuesta a la “vocación” de Dios. Cada ocupación se debía desarrollar como si fuera ante los ojos de Dios y solo se debía producir lo que fuera útil para la comunidad. Había que maximizar las ganancias, gastar lo necesario y ahorrar lo que sobrara. La acumulación de riquezas derivada de esta doctrina influenciada por el cristianismo reformado fue un germen del capitalismo.
Una investigación conjunta de la Nueva Universidad de Lisboa (Portugal) y la de Illinois (Estados Unidos) con datos económicos europeos del periodo que transcurre entre 1645 y 1850, indica que los países protestantes disfrutaron 35 años antes de un desarrollo económico más sólido que los católicos, debido a la creencia protestante en el valor del poder económico, que hace a los miembros de sus comunidades mejores emprendedores.
Pero estas tesis han sido criticadas argumentando que el capitalismo tuvo su origen en la Edad Media, antes de que surgiera el protestantismo y que los primeros banqueros no fueron protestantes, sino católicos. De hecho, países tan desarrollados como Bélgica son católicos y han experimentado un crecimiento económico que no tiene mucho que envidiar a Holanda, su vecino protestante y que es desde hace siglos una importante plaza comercial a nivel mundial.
ESTUDIOS Y FILANTROPÍA
A principios del siglo XX, el sociólogo alemán Max Weber sostenía que el capitalismo tenía como base una fuerza que definió como “el trabajo ético protestante”, aunque hoy en día se trata de una tesis despreciada por sociólogos y economistas, debido a que es difícil establecer, explicar o predecir comportamientos económicos a través de la religión. Sin embargo, la sofistificación de los instrumentos de medición económicos en la actualidad hace posible la medición de casi cualquier variable. El economista Robert Barro, de la Universidad estadounidense de Harvard, y su esposa Rachel McCleary, aseguran que la religión transforma el comportamiento financiero de una persona y consideran que es un error que no se haya tenido en cuenta la fe como un factor de desarrollo económico de los pueblos.
Barro y McCleary estudiaron los datos de 59 países en donde la mayoría de la población sigue una de las cuatro religiones mayoritarias (cristianismo, islamismo, hinduismo y budismo). Entre los años 1981 y 2000 midieron diversas tendencia: la creencia en un Dios, en una vida después de la muerte y la asistencia a los cultos y la práctica religiosa. Después de pasar por el filtro de la estadística, los resultados evidencia una “fuerte relación” entre el desarrollo económico de cada país y la creencia religiosa, especialmente en los países en vías de desarrollo. Según esta investigación, el factor que más incide en el desarrollo económico es la creencia en el infierno, que se incrementa cuanto mejor va la economía. Además de esto, también tiene un papel determinante la creencia de que el paraíso existe, mientras que, según estos investigadores, la fe en Dios no sería tan decisiva. Quizás una de las cosas que más sorprende es que un aumento en el número de personas que acude a la Iglesia periódicamente indica un cierto parón en el crecimiento económico y de hecho se han realizado estudios que aseguran que las comunidades autónomas españolas más ricas son las que registran menores tasas de práctica religiosa. Barro y McCleary publicaron su estudio en 2003 y fundaron una vía de investigación tenida en cuenta por numerosos economistas de todo el mundo.
Pero sin necesidad de elaborar exhaustivos informes a partir del análisis y la estadística, hay ciertas actitudes humanas,especialmente en la economía, cuya razón de ser apunta sospechosamente hacia la la influencia de la religión. Recientemente los multimillonarios Bill Gates y Warren Buffett crearon una iniciativa llamada The Giving Pledge (El compromiso de donar), que consiste en que los ricos que lo deseen pueden comprometerse a donar parte de su fortuna a fines benéficos. Ya llevan más de 200.000 millones de euros comprometidos. ¿Acaso buscan una redención más allá de esta vida?.
Fuente:http://www.xornal.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario