domingo, 21 de noviembre de 2010

Sólo la selva maya conoce la verdad

Yaxchilán, antigua ciudad, se ubica en las márgenes del Usumacinta.


El cantar de las aves es lo que nos recibe. Dice Fabio Romero, chiapaneco y guía especializado, que en la selva lacandona hay más de 600 especies. "No todas se pueden observar. Miren, ahí está una chachalaca. Con suerte y vemos también saraguatos".

Son las nueve de la mañana. Vamos sobre el río Usumacinta, el que marca frontera con Guatemala y el más caudaloso de México, arriba de una lancha de madera y techo de palma.

Nuestro viaje durará unos 40 minutos. Llegaremos a la ciudad de Yaxchilán. "En la época de los mayas, no era un sitio alejado, el Usumacinta fue su principal vía de comunicación. Yo digo que es como la carretera panamericana de los mayas", dice Fabio.

Mientras avanzamos, observamos cientos de árboles de cedro y caoba. También hay caucho y zapote. "Esa madera era considerada preciosa ya que con ella fabricaban los dinteles", que eran los marcos que adornaban las puertas de los templos.

Instrucciones al paso

Para hacer el viaje debes llegar a Tuxtla Gutiérrez y desde ahí viajar a Palenque durante seis horas. Toma un transporte como el ADO. Cuesta 180 pesos por persona. Al llegar, deberás subir al colectivo y viajar a Frontera Corozal, el trayecto es de tres horas. Precio aproximado: 50 pesos.

Lo más cómodo sería llegar un día antes a Palenque y dormir ahí. Al día siguiente puedes salir temprano y desayunar en el comedor Valle Escondido (kilómetro 63) o seguir hasta Frontera Corozal, poblado donde se ubica un centro ecoturístico de nombre Escudo Jaguar, donde hay un pequeño restaurante para comer lo mismo que los lacandones y hasta cabañas para dormir, si es que quieres convivir con ellos.

Dinteles y emperadores

Al llegar, vemos un pequeño embarcadero donde hay unas cinco cooperativas de lanchas, todas van a Yaxchilán. El costo por persona, viaje ida y vuelta es de 150 pesos. El primer recorrido sale a las siete y media. La zona arqueológica abre a las ocho de la mañana.

"En Yaxchilán van encontrar jeroglíficos donde se muestran escenas de guerra, una muy famosa es la que tuvo el emperador Escudo-Jaguar II para conquistar Bonampak", dice José Luis, el arqueólogo que viene con nosotros.

Al bajar de la lancha, subimos por una vereda de piedras para entrar por fin a la metrópoli. Lo primero que hacemos es cruzar el Laberinto, llamado así no sólo por su forma sino por su compleja distribución de cuartos. Dicen que fue hecho a propósito de esa forma para confundir a los enemigos.

La ciudad está considerada uno de los centros ceremoniales más importantes del periodo Clásico maya, su importancia se debe a que fue edificada justo en ese tiempo en el que la civilización era la más poderosa de todas.

"Lo más relevante es que tiene los dinteles mejor elaborados de la zona maya. Adornaban la puerta de los templos que tenían una trabe con varias figuras dibujadas. El grosor era de un metro", dice Fabio.

Entonces José Luis nos lleva al Templo 12 donde está el dintel más antiguo, data del 525 d.C. "Los grabados describen la ascensión al poder de un gobernante. Se fabricaban cada cinco, 10 o 20 años", continúa Fabio.

Según el calendario maya, cada cinco años se debía realizar una ceremonia de sacrificio para mantener en paz a los dioses y agradecerles los favores y la buena cosecha.

Subimos los escalones de la Gran Acrópolis, que está en la plaza principal. En Yaxchilán hay que acostumbrarse a mirar al techo porque siempre descubrirás algo diferente, como los relieves que se localizan en los edificios 7, 23 y 33. Este último tiene en su interior los mejores relieves jamás conservados y las esculturas decapitadas del gobernante llamado Pájaro Jaguar IV.

Alrededor de la zona se ven árboles matapalo y urracas copetonas. Gracias a que venimos en noviembre, no hay mosquitos. "Ésta es la mejor temporada ydura hasta febrero: la temperatura llega a 21 °C", dice Fabio.

Cosmogonía de la fertilidad

Para recorrer toda la zona se necesita una hora, aunque todo depende de la condición física. Todavía no sabemos cómo explicar lo que se siente estar aquí. Yaxchilán hace que suspiremos, que logremos imaginar a los guerreros en sus ceremonias.

"Es por sus creencias", afirma Fabio, mientras que nos cuenta una historia. Los mayas asociaban su cosmogonía a la fertilidad, se hacían sacrificios picándose las yemas de los dedos con puntas de jade. Las gotas de sangre las ponían en un recipiente con papel amate e incienso. Lo quemaban y el humo era ofrecido a los dioses.

El viento sopla de súbito. La selva tiene más de mil 100 años en reposo, sólo ella sabe por qué ya no hay habitantes en Yaxchilán. El guía dice que fue por el cambio climático, que se conocía como el "mega niño".

Pero también dicen que entre los mayas había guerras. Pronto lo sabremos, la verdad será revelada en 2012, un cambio de ciclo.

Lo que no hay que descubrir es lo tangible, la grandeza expuesta de Yaxchilán. http://www.turismochiapas.gob.mx/
Fuente:El Universal.mx

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