Todos los bienes materiales son factibles de expropiación; de hecho, el gobierno nacional en una suerte de marxismo-leninismo a trancas y barrancas, arremete a cada instante contra las empresas más productivas con el afán de engrosar una economía de Estado que terminará por arruinar a la nación. No contento con tamaño desafío "ideológico", el Gobierno ahora expropia complejos habitacionales, desarticulando por esta ominosa vía cualquier posibilidad de crecimiento del sector de la construcción de viviendas, hoy con una inmensa deuda social y moral. Resulta verdaderamente sorprendente el comparar las cifras de la construcción de viviendas durante los últimos once años, con las cifras de las construidas por cualquiera de los gobiernos democráticos del pasado (tan estigmatizados por los rojos), ya que en menos tiempo cualquiera de estos períodos sobrepasa con creces las más optimistas aproximaciones estadísticas que algún personero gubernamental pudiese esgrimir en defensa de la inocultable ineficiencia del régimen.
En pocas palabras, la expropiación en las diversas áreas del aparato productivo de la nación (incluyendo la materia de vivienda) busca llenar el inmenso vacío de desaciertos en materia económica, y la ausencia de una política pública de apoyo social para disminuir el dramático déficit de viviendas para los distintos estratos de la población. Resulta fácil expropiar el "lomito" (para luego ranchificar, como hasta ahora ha sucedido), que desarrollar planes y proyectos tendentes a adecentar la economía y a ofrecerle a las personas una vida digna de la condición de ciudadanos.
Si como hemos visto, expropiar propiedades es fácil para un gobierno que a cada instante viola las mismas leyes que promulga, así como los más elementales principios de convivencia y tolerancia social, existe algo que jamás podrá realizar: expropiar la inteligencia, las ideas y el talento humano. Podrá Chávez y sus secuaces acallar con sus resortes y sus sapos la disidencia, el derecho a expresar las ideas y hasta el derecho a ser distintos, pero no podrá jamás quitarnos nuestra capacidad de generar pensamiento y las acciones que trae consigo, como mecanismo lógico (de articulación) de la mente humana. Podrán quitarnos las gorras, las franelas y los mensajes alusivos a nuestro pensamiento, podrán llevarnos presos por no ser genuflexos ante el poder, pero la voluntad popular, expresada como pensamiento en las urnas electorales, no nos la podrán expropiar.
La sociedad se está organizando para el 2012. La fecha se aproxima de manera inexorable. Con todo el poder del mundo (que de hecho lo posee) no podrá este gobierno evitar el inminente cotejo democrático, que le devolverá a la población el poder soberano de decidir en torno a su destino. Y decidirá, no caben dudas. Y ya no importará si el Presidente se molesta, insulta, maldice o amenaza, porque el pensamiento humano, que genera acción (decisión, en todo caso), articulará todos los hilos necesarios para cerrar el paso a la aguda incertidumbre que hasta hoy se cierne sobre el futuro. Y no importarán las necedades de un "general" (que ha vendido su conciencia y dignidad por un plato de lentejas), que ha dado a entender que las Fuerzas Armadas desconocerían la voluntad popular en caso de que no favorezca al gobernante, porque saldremos a la calle los ancianos, las amas de casa, los trabajadores, los estudiantes, los seminaristas, los profesores, los religiosos, los artistas, los intelectuales y la gente del pueblo, quienes con banderas, crucifijos, libros, pancartas y cacerolas haremos valer nuestra voluntad y decisión. Y vendrá entonces sobre nosotros el fuego de las armas rusas, los tanques, los helicópteros, los aviones, los misiles, y hasta la energía atómica, y tal vez nos acribillen como pueblo, pero habremos dado la última "batalla" pacífica por nuestros derechos, y quedarán nuestros nombres grabados en la memoria histórica de la noble nación venezolana.
EL UNIVERSAL
En pocas palabras, la expropiación en las diversas áreas del aparato productivo de la nación (incluyendo la materia de vivienda) busca llenar el inmenso vacío de desaciertos en materia económica, y la ausencia de una política pública de apoyo social para disminuir el dramático déficit de viviendas para los distintos estratos de la población. Resulta fácil expropiar el "lomito" (para luego ranchificar, como hasta ahora ha sucedido), que desarrollar planes y proyectos tendentes a adecentar la economía y a ofrecerle a las personas una vida digna de la condición de ciudadanos.
Si como hemos visto, expropiar propiedades es fácil para un gobierno que a cada instante viola las mismas leyes que promulga, así como los más elementales principios de convivencia y tolerancia social, existe algo que jamás podrá realizar: expropiar la inteligencia, las ideas y el talento humano. Podrá Chávez y sus secuaces acallar con sus resortes y sus sapos la disidencia, el derecho a expresar las ideas y hasta el derecho a ser distintos, pero no podrá jamás quitarnos nuestra capacidad de generar pensamiento y las acciones que trae consigo, como mecanismo lógico (de articulación) de la mente humana. Podrán quitarnos las gorras, las franelas y los mensajes alusivos a nuestro pensamiento, podrán llevarnos presos por no ser genuflexos ante el poder, pero la voluntad popular, expresada como pensamiento en las urnas electorales, no nos la podrán expropiar.
La sociedad se está organizando para el 2012. La fecha se aproxima de manera inexorable. Con todo el poder del mundo (que de hecho lo posee) no podrá este gobierno evitar el inminente cotejo democrático, que le devolverá a la población el poder soberano de decidir en torno a su destino. Y decidirá, no caben dudas. Y ya no importará si el Presidente se molesta, insulta, maldice o amenaza, porque el pensamiento humano, que genera acción (decisión, en todo caso), articulará todos los hilos necesarios para cerrar el paso a la aguda incertidumbre que hasta hoy se cierne sobre el futuro. Y no importarán las necedades de un "general" (que ha vendido su conciencia y dignidad por un plato de lentejas), que ha dado a entender que las Fuerzas Armadas desconocerían la voluntad popular en caso de que no favorezca al gobernante, porque saldremos a la calle los ancianos, las amas de casa, los trabajadores, los estudiantes, los seminaristas, los profesores, los religiosos, los artistas, los intelectuales y la gente del pueblo, quienes con banderas, crucifijos, libros, pancartas y cacerolas haremos valer nuestra voluntad y decisión. Y vendrá entonces sobre nosotros el fuego de las armas rusas, los tanques, los helicópteros, los aviones, los misiles, y hasta la energía atómica, y tal vez nos acribillen como pueblo, pero habremos dado la última "batalla" pacífica por nuestros derechos, y quedarán nuestros nombres grabados en la memoria histórica de la noble nación venezolana.
EL UNIVERSAL
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