lunes, 22 de noviembre de 2010

Un pedazo de cielo en Italia

La mejor forma de disfrutar la Toscana italiana es atravesando sus pueblitos, degustando vinos en sus viñedos y dedicando un tiempo a la historia.

La claridad del día tras una noche de lluvia convierte el paisaje toscano en la más bella de las postales turísticas.

Frente a mí, el pueblo medieval de Montelaterone parece resbalarse por la cima de una alta colina mientras en el horizonte el Valle d'Orcia resplandece bajo los rayos del tímido sol otoñal.

La Toscana en el otoño, en el invierno o en la primavera no escatima mostrándole a sus visitantes los colores, la luz, los sabores y la calma que las imágenes de ella han popularizado en el mundo entero.

Por eso nunca he comprendido porqué muchos viajeros eligen el verano para visitarla, cuando el calor agobiante, las multitudes de turistas y los altos precios le dañan la estadía hasta a los propios toscanos.

La primavera cuando los campos florecen y el otoño cuando los colores se vuelven intensos y se recogen las uvas, las olivas y las castañas son en mi opinión las mejores épocas para visitarla. Con un abrigo ligero y sin el agobio de las multitudes de turistas pasearse por sus bellísimas ciudades o explorar su campiña resulta entonces una experiencia deliciosa.

Los inviernos suaves se dejan disfrutar en la Toscana frente a una chimenea o sumergidos las aguas termales que abundan en la región.

Mi habitación con vista estuvo este otoño en La Chiesina una típica hacienda toscana rodeada de cipreses en las alturas del pueblo de Arcidosso en la falda del Monte Amiata, la cima más alta de la Toscana. El paisaje lo formaban las colinas cubiertas de castaños o de pequeños pueblos medievales de piedra y la extensa llanura sembrada de olivos y vides del Valle de Orcia.

 

Quien visita la Toscana debe saber que son muchas sus caras. El que busca historia, cultura o lugares turísticos debe concentrarse en su norte y centro donde la capital Florencia y las ciudades de Lucca, Pisa y Siena resguardan los tesoros de la civilización Etrusca y aquellos con que la dinastía Medici adornó sus palacios y plantó su influencia.

Visitar il Duomo de la catedral de Florencia, el Palacio de los Uffizien, inspirarse entre las bellísimas estatuas de su Piazza della Signoria frente al Palazzo Vecchio o perderse en su Mercato Centrale son aspectos tradicionales de una visita florentina. La villa de Volterra hogar de la ficticia dinastía de los Volturi de "Twilight", o San Gimigiano, el Manhattan de la Edad Media son lugares turísticos de moda en esta Toscana.

 

Lo más autóctono

En el sur sin embargo se descubre lo más autóctono y se experimenta esa atmósfera tranquila, contemplativa y natural que enamora hasta en las películas. Mi exploración otoñal por los serpentinos caminos que cruzan el paisaje de la provincia de Grosetto comenzó desde las alturas de Arcidosso, un pueblo coronado con un castillo y rodeado por una muralla intacta del siglo 13 pero más famoso por la abundancia de castañas comestibles que hay en los bosques que lo rodean.

Esta nuez impregna la gastronomía de toda la región, siendo uno de sus productos más famosos la cerveza de castañas Birra Amiata. Con un valor de 12 euros, la botella de un litro esta cerveza artesanal compite en exclusividad con los excelentes vinos toscanos.

En esta región montañosa es curioso ver cómo las escarpadas villas con nombres melódicos como Castel del Piano, Montelaterone, Santa Fiora o Montegiovi se reparten las cimas de los montes y peñascos que rodean al Amiata. Las curvas que separan a estos pueblos parecen echas como para recorrerlas en un Cinquecento.

Las colinas y los tupidos bosques que cruzan el Parque Faunístico del Monte Amiata y la Reserva natural del Monte Labro se dejan explorar a pie siguiendo rutas marcadas.

Curiosamente en una de mis caminatas me encontré entre los montes con la pagoda del centro de la Comunidad Dzogchen Merigar un importante centro budista-tibetano que ha aprovechado la tranquilidad y aislamiento de estos montes para establecer aquí su sede.
Los castaños al pie del Amiata son antesala de la región vinícola de Montecucco. En la ruta de la Strada del Vino Montecucco abundan las enotecas pero lo mejor es degustar y comprar los vinos directamente de su productor. Una cata informal se deja hacer espontáneamente y puede estar seguro de que su anfitrión estará feliz de mostrarle el fruto de su labor.

En Montecucco los olivos comparten protagonismo con los viñedos. El aceite de oliva extra virgen toscano posee una típica nota amarga y se puede adquirir también directamente de sus productores. Uno de éstos es Frantoi Franci en el pueblo de Montenero, varios de cuyos nueve aceites han ganado importantes competencias y premios internacionales.

 

En ruta al sur

Más hacia el sur de la provincia de Grosetto el protagonismo lo tienen sus famosas termas naturales. El volcán inactivo que es el Monte Amiata eleva a la superficie las calientes aguas subterráneas ricas en azufre en las termas de Saturnia. Tanto etruscos como romanos utilizaban estos baños termales para combatir enfermedades de la piel, digestivas y respiratorias.

Hoy el hermoso hotel y Spa Terme di Saturnia comparte bañistas y aguas con las cascadas naturales y gratuitas. Este aspecto acuático de la Toscana se disfruta también a lo largo de la costa de la Maremma grossetana, una región de marismas frente al Mar Tirreno y famosa por sus butteri o vaqueros italianos, quienes han aprovechado la planicie para criar ganado, caballos y vides.

En el Parque Regional de la Maremma se puede disfrutar de un original paisaje de bosques de pino piñonero y litoral costero. Por sus senderos marcados para ciclistas y caminantes no es extraño encontrar zorras que han perdido su timidez natural y ahora se dejan alimentar por los visitantes del parque.

No lejos de ahí Grosetto la capital de la provincia y el pueblo de Castiglione della Pescaia, con su empinado casco antiguo repleto de enotecas y tratorías, ofrecen la oportunidad de visitar sus mercados tradicionales. Si después de comprar vino y aceite de oliva te sobra espacio en la maleta, asegúrate de adquirir Cantuccinis, un típico biscotti o pan crujiente y dulce de almendras que se consume tradicionalmente acompañado de vinosanto (dulce) italiano.

Esta mezcla de sabores y texturas te aseguro que mantendrá latente el recuerdo áspero, dulce y delicioso de la Toscana.

 

Los restaurantes y el ambiente animado de Castiglione della Pescaia
Las tratorias y el ambiente animado de Castiglione della Pescaia:

Los vinos de la Strada del Monteccuco y sus aceites de oliva extra virgen
Las especialidades gastronómicas que no te puedes perder
Aceite de oliva extra virgen toscano
Pici- la versión toscana de los espaguettis, largos, gruesos y deliciosos
Los Cantuccini y postres típicos de las panaderías Corsini
La cerveza de castañas Birra Amiata
Salami y prosciutto de jabalí
Mermeladas y mieles de castañas
La cocina otoñal rica en carnes de jabalí, venado, setas y castañas
Fuente: El Universal.mx

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